29.3.05

Tareas difíciles del día de hoy (en orden de aparición)

*Levantarme, por supuesto, cuando sonó por primera vez el despertador. (Juro que todos los días lo intento.)
*Esperar el colectivo como media hora (problemas gremiales de los choferes) conversando con dos vecinas y el policía de la esquina, acerca del fútbol del fin de semana y los maridos y la cantidad de televisores que hay en cada casa para que cada uno vea lo que quiere (por supuesto que no aclaré que ni siquiera tengo televisión), el precio de la carne, los viejos negocios del barrio que cerraron y ¡los comisarios de la zona! (No me pregunten como, pero me vi envuelta en esa conversación.)
*No tomar un café después de almorzar, con el olor tan rico que tiene el café recién hecho.
*Comunicarme con el banco.
*Viajar una hora en el colectivo sin libro (el que había llevado me lo terminé en el viaje de la mañana, para distender de la conversación, y me olvidé de agarrar alguno del laburo).
*Aguantarme de liquidar toooodo el chocolate que me queda de pascua.
*Comer comida china (incluye arroz) al lado del teclado de la computadora. Si volqué cuando pasé el resto de arroz del taper a la sartén, si volqué cuando lo pasé de la sartén al plato, si volqué tratando de apagar la luz de la cocina con las manos ocupadas ¿qué me hacía pensar que no iba a volcar al lado del teclado? ¿eh?
*Terminar este trabajo que tengo pendiente, antes de que lleguen las doce y me convierta en calabaza.

Lo bueno del invierno

Entre la larguísima larguísima lista de cosas en contra que trae el invierno (que por el momento me abstengo de publicar, hasta el momento de hibernar, al menos) tengo que declarar que en estas Pascuas ha comenzado oficialmente la temporada chocolatística. ¡Enjoy!
(Claro, lo digo como si no comiera chocolate durante el verano)

Harta de

*los perros que ladran en mi ventana a las 7:45 AM.
*la gente con ganas de fastidiar.
*que se caiga la tapita de los cables de la luz.
*que el colectivo tarde una hora de ida y una hora de vuelta.
*que el café no salga rico.
*que se me enfríe el mate.
*que Marbella quede tan lejos.
*que la gente no escuche bien y que no piense antes de hablar.

Ah, claro, y de la violencia de cualquier tipo, del terrorismo del poder, de los terremotos, de las plagas, del egoísmo generalizado, y sí, de no irme de vacaciones.

En vez de trabajar, en este mismo instante podría

*ver otra vez El viaje de Chihiro.
*tejer.
*tirarme a dormir.
*tener una idea genial.
*cocinar una torta de zanahorias.
*ir para tu casa.
*escribir en este blog.

Recuerdos recurrentes de los últimos días

*Una tarea que me daban en la primaria y que detestaba con toda mi alma: recortar palabras de revistas, según una consigna, por ejemplo, con 5 con MB y 5 con NV. El fin era que fijáramos en nuestras cabecitas las reglas ortográficas, pero como se imaginarán, mi mente distraída pasaba la tarde entera *leyendo* las revistas, y olvidando elegir las palabras, hasta que justo un minuto antes de cenar se armaba la de San Quintín por no tener la tarea lista.
*Un chiste gráfico de pascuas (sí, seguro lo recuerdo por la fecha, claro) en el que un conejo de chocolate entero le dice a un conejo de chocolate con las orejas comidas "Felices Pascuas" y el de las orejas comidas responde "¡¿Qué!?". Suena muy tonto así, pero más tonto sonó en mi cabeza todo el fin de semana, cuando alguien decía "Felices pascuas", una de mis voces interiores contestaba irremediablemente "¡¿Qué?!" y se me aparecía la cara del pobre conejo.
(De más está decir que nada de esto me impide comer sin ninguna culpa conejos de pascua)
*Un correo electrónico pendiente de responder.
*Una torta de zanahoria que comí una vez. (Sí, se puede pensar repetidas veces en una torta, ¿y qué?)
*Cierta rutina del café después de comer.

14.3.05

Cosas que encontré (historias reales)

*Tres flores nuevas en el rosal.
*Un perro azul en el colectivo.
*Un hilo colorado sobre mi pantalón negro.
*Pelusa en mi ombligo.
*Una rebotina de goma en la cocina.
*Un pingüino en un cajón.
*Una carta que nunca mandé.
*Una novela que leí varias veces.
*Una cotorra de visita sorpresa en mi departamento.

Los cinco hechos de mi vida que menos quiero recordar

*...
*...
*...
*...
*...

(Claro que si los hubiera escrito acá, los recordaría cada vez que abro la página...)

Debo mejorar mis compras...

Lista de cosas que tuve que tirar porque se me pusieron feas en la heladera:
*tres fósiles de zanahorias.
*una crema vencida hace exactamente 27 días.
*un pedazo de pan duuuro.
*un pedazo de queso que no era roquefort, pero parecía.
*un pote de queso blanco con un jardín de hongos naranjas.
*un restito así de pollo con arroz, cuyo olor fuerte no era el curry no.

La pregunta del millón es: ¿como poco o compro mucho?

¿Una no lista?

Recomendada para noches de insomnio.

¡Gracias, Eduardo!

8.3.05

Lluvia de lluvias o esperemos que el cielo no se desplome sobre nuestras cabezas

Es tarde y se largó a llover otra vez. Momento ideal para las citas sobre la lluvia (Por Tutatis, post perdido y vuelto a hacer)

*-Ya veo -dijo-, pero ya sabes lo que ocurre: a veces cuando llueve, diluvia.
Miré dentro de mí. Diluviaba.
en Los novios búlgaros, de Eduardo Mendicutti.

*Al salir, no llovía; hubiera sido redundante.
en Los sentidos del agua, de Juan Sasturain.

*Y es que mirando llover, Cucub descansaba de su tristeza y dejaba sus temores para después, para el día en que la lluvia acabara. Y, ¿quién sabe?, tal vez eso nunca ocurriría.
en Los días del venado, de Liliana Bodoc.

*Sólo hay un olor que puede competir con el olor a tormenta: el olor a madera de lápiz.
Ramón Gómez de la Serna

*La lluvia es triste porque nos recuerda cuando fuimos peces.
Ramón Gómez de la Serna

*No eran, sin embargo, voces de alarma o de miedo, eran sonidos de excitación y casi de júbilo, formaban parte de ese lenguaje irracional, pero sólo humano, con que los que se sienten a cubierto reciben y en cierto modo celebran las tormentas.
en El evangelio según Van Hutten, de Abelardo Castillo.

Se aceptan aportes.

Lluvia de trabajos

Vieron como pasa con los novios, cuando una busca y busca, y no encuentra nada, hasta que encontrás y de pronto llueven pretendientes. Bueno, en las últimos tres días, después de que me dieron un pequeño (pero honorable) aumento de sueldo y me conseguí un trabajo extra free-lance, tuve cuatro propuestas y/o avisos más de trabajos:
*de parte de una profesora de la facultad,
*un aviso que me pasó una compañera de trabajo,
*una recomendación de un compañero de la facultad y
*una posibilidad de trabajo que me pasó una exjefa.
Nada confirmado, por supuesto, pero les aseguro que si yo estuviera desesperada sin un peso esto no podía haber pasado.

Sorpresas

Volví a mi casa, después de ir al supermercado, después de un laaargo día de trabajo y me encuentro con algunas cosas caídas de sus estantes, y pensé "cuánto viento que hubo", algunas cosas caídas desde arriba de la heladera y pensé "pero cuánto viento que hubo" y después algunos frascos caídos en la bañadera y ya me asusté y pensé cosas mucho peores que el viento, hasta que vi los "regalitos" que había dejado mi invitado sorpresa. A saber:
*en el lavamanos,
*en la silla de la computadora,
*en uno de los sillones,
*en la mesa,
*en una toalla colgada y en un pantalón,
*en dos libros,
*en la heladera,
*en la pava,
*en el tostador,
*en la mesita de la cocina (donde además, se comió la fruta)
y mejor no miro más a mi alrededor porque seguro sigo encontrando.
Conclusión: cuando te visita de sorpresa una cotorra, es mejor estar para recibirla.
Gracias a Sugus que me ayudó a sacarla al balcón.