8.11.05

Novelas que tienen personajes editores

*La pequeña vendedora de prosa, de Daniel Pennac
*Felicidad, Marca Registrada, de Will Ferguson
*El péndulo de Foucault, de Umberto Eco

Doce días sin computadora

Claro, cualquiera creería que hice cosas muy productivas durante este tiempo. Podría haber
*ordenado los placares,
*pintado el escritorio,
*ido al supermercado (al almacén al menos),
*paseado por la calle disfrutando la primavera,
*tomado un vuelo hacia cualquier parte, para ver el clima desde otro ángulo,
*juntado piedritas en la playa,
*doblado veinte mil grullitas de origami,
sin embargo, cual novia enamorada, me quedé acá, sentadita, al lado del teléfono, a ver si justo justo llamaba el técnico para decir que la traía de vuelta, que estaba todo bien.

La historia es así (para los que quieren saber qué pasó con la laucha)

*Resulta que apareció una laucha en mi departamento. (Desagradable. Episodio ya narrado en este lugar.)
*Resulta que para deshacerme de la laucha, vino un fumigador que preferíamos a la laucha. Y la laucha también seguía prefiriendo este departamento.
*Entonces traje una gatita bebé. Claro, de tan bebé y de quedarse acá sola todo el día, parece que la laucha la terminó convenciendo. Hicieron arreglos de horarios y sectores, y acá, las dos viviendo de mi comida y cobijadas bajo mi alquiler.
*Entonces me conseguí un perro. El perro logró sacar a la laucha, y bueh, también a la gatita. Se creía el dueño de la casa. Manejaba el control remoto de la tele y me pedía el desayuno en la cama. "¡Se acabó!" pensé, bajito, para que el perro no escuchara.
*Esa misma tarde, llegó un gorila que intimó al perro a marcharse. El perro huyó como el más cobarde. Por unos días estuvo todo bien, pero el gorila descubrió que adoraba los baños de agua caliente, y mi bañadera no resistió tanta pelambre, se tapó, tapó todas las cañerías del edificio, el consorcio no quería saber nada de mi nuevo compañero. Tenía que irse, pero cómo decírselo...
*Decidí traer un guepardo. El gorila se fue, pero claro, el guepardo marcó territorio. Se quedó con la cocina, con el cuarto y prácticamente con todo el living. Ya era demasiado.
*Un elefante era el único que podía salvarme. Llegó de noche, con su bolsita de maní y sus orejotas. Como no podía respetar su territorio, el guepardo se fue. Pero sí, es cierto, un elefante en un departamento es bastante complicado. No entra en el baño, en la cocina, en el balcón, no entra en ningún lado, claro. Se quedaba sentado en medio del living sin poder moverse demasiado, pobre, y con la lámpara que le daba justo en la cabeza, hacía sombra y no se veía nada. ¿Qué hacer para que saliera de ahí? La solución al alcance de la mano...
*¡Traje una laucha para que espante al elefante!

1.11.05

Lecturas de OCTUBRE 2005

(lista de un sólo ítem)
*El péndulo de Foucault, de Umberto Eco